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LA DERECHA, LA IZQUIERDA Y "EL SOLDADITO"

Juan Pasquau Guerrero

en Diario Ideal. 8 de julio de 1972

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En la Alemania Federal, la izquier­da representada por Willy Brandt es bastante moderada; aún así no está claro que vaya a vencer el pulso al centrismo demócrata-cristiano. En Ita­lia, desde hace bastantes lustros, re­sultan impotentes los ataques contra el bastión político del partido que fundó Don Sturzo: si bien en bastan­tes ocasiones la democracia cristiana ha abusado del balancín para soste­ner el equilibrio. Tampoco está claro que la izquierda comunistoide de Allende tenga en Chile ganada la par­tida. ¿Son poco esperanzadoras en Inglaterra las perspectivas del partido conservador frente al laborismo? Los síntomas, no lo acusan. Hasta los apa­rentemente asépticos socialismos es­candinavos están un poco en crisis... Todo esto da motivos para pensar que lo de la irreversible evolución his­tórica hacia la izquierda es un opti­mismo, un invento o un cuento de "profetas", de falsos profetas.

Más bien, ahora, se produce en el mundo un síndrome de derecha. A mí la palabra "derecha" no me escan­daliza ni creo que haya que elimi­narla, por las buenas, del diccionario. Circulan por ahí muchas máscaras izquierdistas —gentes de fondo dog­mático e intransigente, que aparen­tan bascas cuando alguien alude a la derecha o a algún señor de derechas— que quizás han madrugado demasia­do. Que una persona sea de izquier­das es fenómeno que merece todos los respetos. No los merecen tanto quie­nes, por ponerse al día, por temor a quedarse solos por ganarse un audi­torio a todo trance, o por lo que sea, revocan su fachada ideológica y se avergüenzan de su padre que era de la C.E.D.A. o de Renovación Es­pañola, como si su padre hubiera sido del Hospicio.

Si puntualizamos, existen —esto es cierto— unos "políticos de derechas" que resultan nefastos (y ¡cuántas ve­ces Dios mío, no ha habido nefastos políticos de izquierda!). Pero, en este trabajo, uno desearía distinguir en­tre "político de derechas" (que puede entenderse en sentido peyorativo) y "pensamiento de derecha". Para mí, dentro del pensamiento de derecha, caben —si se tiene buena voluntad— las más audaces reformas sociales; caben estructuras políticas muy ale­jadas del conservadurismo, entendido lo del conservadurismo a lo grotesco, es decir, interpretado como el deseo de conservar los duros propios a todo trance; caben gestos de genuina re­volución, si es que no nos alejamos mucho de la geometría al explicar una "revolución". (Al fin y al cabo, ¿algo existe más ordenado y, al par, más radical, y con efectos más trascen­dentes, que la revolución de la esfe­ra terrestre alrededor de su eje?).

Pero no cabe dentro del pensamien­to de derecha la abolición sistemática de la norma, de la ley, del principio, del fundamento. Ya esto es a lo que tiende la izquierda —sobre todo, la izquierda "último modelo"— cuando se radicaliza. Realmente querer romper totalmente con lo establecido, por el hecho de que está establecido, es, en la mayoría de los casos, antinatural.

La Naturaleza es pluralista y, desde luego, nos ofrece ejemplos claros de asociacionismo. Pero la variedad de las especies, la diversificación de las células y de los tejidos en un organismo, la diferencia de densidades en los cuerpos o de estilos de vida en la biología, nunca representan ni signi­fican una subversión o una ruptura contra las leyes invariables de la na­turaleza. Unos animales vuelan y otros no. Pero el vuelo no implica una re­belión de los volátiles. Como decía un eminente filósofo —creo que Bacón— a la naturaleza se la vence, obede­ciéndola... (Entonces, ¿el esquema que rige a la Naturaleza es un esquema de derecha? Creo que sí; creo que lo es, desde el punto en que la Naturale­za tiene sus principios invariables, per­petuos, no derogables. ¿Jubilaremos al­guna vez al principio de Pascal o al principio de Arquímedes? Claro que la Naturaleza tiene también sus atis­bos de rebelión interna. Ahí está —en el campo de la patología— el cáncer. ¿Qué es el cáncer? Nos enseñan que es algo así como la subversión a ni­vel celular de unos tejidos. Nos en­señan que el cáncer es el resultado de asociacionismos que no respetan las leyes del juego y "deciden crecer y proliferar por su cuenta.)

No me causa rubor decirlo. Mi pen­samiento es de derecha porque me gusta que, en cualquier caso, existan ideas-eje, normas regulares y funda­mentos a qué poder agarrarse cuando la velocidad del vehículo —este ve­hículo que es el mundo— marea. Con una filosofía de derecha, se puede in­cluso hacer política decente de izquier­da. Lo de hacer política de izquierda con filosofía de izquierda es más pe­ligroso. Y más difícil también por­que, si bien analizamos, el "pensamien­to de izquierda", presume de no tener ideas: quiere suplantar las ideas con los instintos y la verdad con la sin­ceridad. (Porque esta es otra: la iz­quierda radicalizada llama sobre-es­tructura a la razón, a la ley, a la religión, a la regla. Y atiende nada más a la. estructuración autónoma de los subjetivismos y a los imperativos internos. Y entonces, paradójicamen­te, el "pensamiento de izquierda" pro­duce unos "políticas de derecha" en el mal sentido. Es decir, unos políti­cos que no apelan a ninguna instan­cia superior porque encuentran en su "sinceridad" su principio y fundamen­to). Cuenta Diderot que Calígula or­denó decapitar a todas las estatuas de los dioses para que las cabezas de los dioses fueran sustituidas por la suya. He aquí la tiranía. He ahí una mala "política de derecha" inspirada por un radical "pensamiento de izquier­da". Pero... ¿no es eso lo que está haciendo el comunismo en todas par­tes? El comunismo intenta decapitar todas las ideas y todas las razones para coronarlas con su gesto.

Decomisa el comunismo la justicia, la libertad, la igualdad, las lleva a su "taller", las mutila y les pone sobre los hombros su propia facies...

Unamuno, en los años treinta, cuan­do se cantaba la canción, hoy resucitada, del "Soldadito", preguntaba: ¿En qué se diferencia un radical-socialis­ta de un socialista radical? ¿Y un nacional-socialista de un socialista nacional? Unamuno se respondía así: "No hay ideologías políticas", sino "fo­nologías políticas". Lo mismo que se ha resucitado ahora la canción del "Soldadito" con matices y ritmos mo­dernos, no faltan quienes intentan galvanizar la "fonología política" que nos dominaba en los años treinta. En ese caso, sería curioso ver si la cosa no quedaba otra vez en "fonolo­gía". Llegado el momento, ¿por qué hacer ascos a un pensamiento de de­recha? Con tal —claro está— que ese pensamiento de derecha no llevara aparejados unos "políticos de derecha" en el mal sentido de la palabra: es decir, un derechismo a lo Calígula, a lo Hitler o a lo Stalin.